La importancia estratégica de la vacunas

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    Nov | 2016
    Ignacio Para | Fundación Bamberg, Ignacio Para, Vacunas
     La importancia estratégica de la vacunas

     Introducción

    Es indudable la importancia estratégica de las vacunas, tanto para el mantenimiento y mejora de la salud de la población como para el sostenimiento de los servicios sanitarios, al contribuir de manera determinante a evitar enfermedades cuyo tratamiento significaría un alto coste. Aun así, la inversión pública en vacunas cayó en España un 7,4% entre 2007 y 2012.

    Según la estadística del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, el gasto sanitario en España ha pasado del  6,4% del PIB en 2010 al 5,9% en 2014, con una tasa anual media de variación del -2,8% mientras que el PIB se redujo, en términos medios anuales, un 0,9% en el mismo período, siendo el gasto en salud pública (en el que se incluye el gasto en vacunas) solo un 1,1% del total del gasto sanitario cuando el gasto en farmacia fue el 16,8%.

    La inmunización es una de las intervenciones de salud pública con un mejor ratio de coste-eficacia y la que más éxito ha tenido en todas las épocas.

    En un estudio llevado a cabo en Estados Unidos en 2005 sobre la varicela se estimaba que por cada dólar invertido en vacunación se ahorraba más de 5 dólares en costes directos y aproximadamente 11 en indirectos. Otro análisis llevado a cabo en 2014 estimó que la inmunización infantil rutinaria entre los niños nacidos en EE.UU. en 2009 impediría unas 42.000 muertes tempranas y 20 millones de casos de alguna de estas enfermedades, con un ahorro neto de 13,5 millones de dólares en costes directos y 68.800 millones en costes sociales totales.

    La inmunización ha permitido erradicar la viruela, reducir la incidencia mundial de poliomielitis en un 99% desde 1998, y disminuir de manera drástica la incidencia de enfermedades como el sarampión, la difteria, la tos ferina, el tétanos y la hepatitis B. Con nuevas vacunas en desarrollo y nuevos tratamientos de inmunización, que se usan cada vez más para realizar otras intervenciones de salud, el futuro sanitario de la inmunización es muy prometedor.

    La Organización Mundial de la Salud estima que 2,5 millones de niños menores de cinco años mueren cada año por enfermedades prevenibles con vacunas.  Esto se traduce en más de 600 muertes infantiles por día. Pero, además, el coste de los tratamientos de estas enfermedades es inconmensurable en relación con el coste de la vacunación.

    La vacunación forma parte de manera muy relevante de la prevención de enfermedades transmisibles y ha sido sin dudarlo uno de los mayores contribuyentes a los cambios epidemiológicos de las enfermedades y como consecuencia, a los cambios demográficos.

    Pero todavía hay millones de personas desprotegidas expuestas diariamente a contraer enfermedades potencialmente mortales. Las consecuencias de no inmunizar a todas las personas en riesgo son la reaparición de enfermedades ya controladas, la diseminación de enfermedades a países en los que han sido eliminadas y un elevado coste en términos económicos para los servicios de salud, y en términos de enfermedad, discapacidad y muerte para millones de personas, en particular en los países en desarrollo.

    La salud afecta directamente al desarrollo económico mejorando el capital humano, facilitando la educación y la capacitación laboral e incrementando la productividad. Por ello, la mejora de la salud es a la vez causa y consecuencia del crecimiento económico. La mala salud contribuye a la caída del PIB y recíprocamente esta caída provoca a su vez un considerable descenso de nivel de salud de la población. Un círculo vicioso que hay que evitar.

    La vacunación de la población es un reto para un país, pero, en las circunstancias actuales de facilidad de las comunicaciones y grandes migraciones entre países, la vacunación es un reto mundial que afecta a toda la población de una manera global.

    El riesgo de las enfermedades infecciosas bacterianas, que puedan resurgir por falta de vacunación de la población, se ve acentuado por la cada vez mayor resistencia a los antibióticos y el peligro que ello supone al contar con un arsenal para combatirlas cada vez menos efectivo y más caro.

    Sin embargo, la izquierda radical y los movimientos antisistema han tomado como bandera el cuestionamiento de las vacunas en su afán anticapitalista y demonización de la industria farmacéutica. Y el problema es que ciertos medios, en su ansia de sensacionalismo, se hacen eco de ello.

    Estrategia vacunal

    Las vacunaciones han de proyectarse fundamentalmente bajo dos grandes formas estratégicas: con criterio poblacional y con criterio individual (grupos de riesgo) lo que no quiere decir que estas estrategias sean antagónicas ni opuestas, sino que generalmente son complementarias.

    Factores de riesgo como el embarazo, la exposición a agentes infecciosos inmuno-prevenibles del trabajador en sus diversas ramas de actividad como la alimentación, el trato con animales, los laboratorios de investigación, la actividad sanitaria o los viajes deben tenerse en cuenta en las estrategias de vacunación. Además existen condiciones debilitantes como las patologías crónicas o los antecedentes personales que se traducen en un riesgo aumentado para una enfermedad prevenible.

    Desde la Fundación Bamberg llevamos años defendiendo la transformación de la asistencia sanitaria en la Atención Primaria, de manera que el médico de familia o médico de cabecera (médico de primaria), realice una gestión de base poblacional, conociendo las circunstancias y los riesgos de su población asignada en función de la edad, sexo, condiciones laborales, antecedentes familiares, hábitos alimentarios, costumbres y demás información, con el fin de desarrollar una actividad individualizada de promoción de la salud y prevención de enfermedades, entre las que se encuentra el seguimiento vacunal, no solo en niños por el pediatra, sino también en adultos y en personas mayores.

    Según la citada estadística del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, el porcentaje de gasto sobre el total de Sanidad en Asistencia Primaria fue el 14,4 frente al de hospitales y centros de especialidades que fue 61,4%. Porcentajes que deberían ir cambiando hacia una AP más estable y competente.

    El Sistema Inmunitario

    Cuando el médico británico Edward Jenner inventó la primera vacuna contra la viruela en 1796, no fue porque tuviera idea de cómo actuaba nuestro sistema inmunitario, sino por la observación externa de que quienes enfermaban de la viruela de las vacas (una enfermedad benigna) no lo hacían de la viruela humana, una enfermedad grave, contagiosa y en ocasiones mortal. Pero era evidente que se producía la “inmunización” de la personas.

    Como todos sabemos, las vacunas son medicamentos biológicos que refuerzan la habilidad natural del sistema inmunitario para proteger el cuerpo contra “invasores foráneos”, principalmente de agentes infecciosos que puedan causar enfermedades.

    El sistema inmunitario es una compleja red de células, tejidos, órganos, y sustancias producidas por ellos, que ayuda al cuerpo a combatir infecciones y otras enfermedades. La mayoría de las vacunas se producen con versiones inocuas de los patógenos— desactivados o atenuados, o partes de microbios— que no causan la enfermedad pero pueden estimular una respuesta inmunitaria contra los mismos. Cuando el sistema inmunitario encuentra estas sustancias inoculadas a través de una vacunación, responde a ellas y las elimina del cuerpo, formándose una memoria. Si en el futuro un microbio infeccioso invade al cuerpo, el sistema inmunitario lo reconoce como foráneo, lo destruye.

    La memoria inducida por la vacuna hace que el sistema inmunitario actúe rápido para proteger el cuerpo si se infecta por los mismos patógenos en el futuro.

    Los glóbulos blancos, o leucocitos, tienen la más importante función en las respuestas inmunitarias. Estas células llevan a cabo muchas de las tareas requeridas para proteger al cuerpo contra los microbios y las células patológicas que causan enfermedades como el cáncer.

    El progresivo desarrollo del conocimiento del sistema inmunitario y el desarrollo de la biología molecular, de la proteómica, de la genómica y, en general, de la biotecnología, está permitiendo el desarrollo de vacunas cada vez más sofisticadas para combatir muchas enfermedades y, de manera relevante, el cáncer.

    Las vacunas pueden realizar una acción preventiva, fortaleciendo el sistema inmunitario para evitar la enfermedad, o terapéutica, fortaleciendo el sistema inmunitario para atacar una enfermedad ya desarrollada.

    Las Vacunas preventivas

    En general las vacunas que hemos conocido hasta la fecha son preventivas, ya que tratan de impedir que se presente una infección o que se desarrollen enfermedades como consecuencia de la infección.

    Las vacunas preventivas están basadas en antígenos que llevan las sustancias infecciosas y que son relativamente fáciles de reconocer como foráneas por el sistema inmunitario. Estos antígenos son proteínas que ayudan a formar la superficie externa de los virus. Ya que solo se usa una parte de los microbios, las vacunas resultantes no son infecciosas y, por lo tanto, no pueden causar enfermedades.

    Las vacunas preventivas del cáncer se dirigen a dianas que causan o contribuyen a que se desarrolle el cáncer. Son semejantes a las vacunas tradicionales, al proteger al cuerpo contra la infección.

    La mayoría de las vacunas de prevención, incluso las que se dirigen a virus que causan cáncer (virus de la hepatitis B y virus del papiloma humano), estimulan la producción de anticuerpos que se unen a microbios específicos en el blanco y bloquean su habilidad para causar infecciones.

    Se están creando también versiones sintéticas de antígenos en el laboratorio para usarse en vacunas preventivas para cáncer. Para hacer esto, se modifica con frecuencia la estructura química de los antígenos para estimular respuestas inmunitarias que son más fuertes que las causadas por los antígenos originales.

    Las Vacunas terapéuticas. La Inmunoterapia

    También el sistema inmunitario puede proteger al cuerpo contra peligros que presentan ciertas células dañadas, enfermas o anómalas, incluso células cancerosas.

    Recientemente, en el Congreso de la Sociedad Estadounidense de Oncología Clínica (ASCO), se ha abordado el tratamiento estrella contra el cáncer: la inmunoterapia. La inmunoterapia consiste en tratamientos que restauran o intensifican la capacidad del sistema inmunitario para combatir el cáncer. En apenas pocos años, el rápido avance de la disciplina de inmunología del cáncer ha producido varios métodos nuevos para tratar el cáncer que aumentan la potencia de las respuestas inmunitarias contra los tumores. Estas terapias estimulan las actividades de componentes específicos del sistema inmunitario o contrarrestan las señales producidas por las células cancerosas que suprimen las respuestas inmunitarias.

    Las vacunas contra el cáncer pertenecen a una clase de sustancias que se conocen como modificadoras de respuesta biológica. Los modificadores de respuesta biológica trabajan al estimular o restaurar la habilidad del sistema inmunitario para combatir infecciones y enfermedades.

    Generalmente, estas vacunas se producen a partir de las células tumorales del propio paciente o de sustancias que se extraen de las células del tumor. Están diseñadas con el fin de tratar cánceres ya existentes al reforzar la respuesta inmunitaria natural del cuerpo contra el cáncer. Las vacunas de tratamiento son una forma de inmunoterapia.

    Las vacunas de tratamiento de cáncer se crean usando antígenos asociados con cáncer o versiones modificadas de ellos. También se formulan mediante el uso de células cancerosas debilitadas o muertas que llevan antígenos específicos asociados con cáncer o células inmunitarias modificadas para presentar tal antígeno.

    Algunas vacunas para el cáncer en su estadio tardío de formulación usan virus, levaduras o bacterias como vehículos (vectores) para depositar un antígeno o más en el cuerpo. Estos mismos vectores son inmunogénicos naturalmente (es decir, pueden estimular una respuesta inmunitaria) pero están modificados para que no puedan causar enfermedades.

    Otros tipos de vacunas de tratamiento de cáncer que están siendo formuladas son las hechas con moléculas de ADN o de ARN que contienen instrucciones genéticas para antígenos asociados con cáncer.

    Ahora se usan varios antígenos diferentes asociados con cáncer para hacer vacunas experimentales de tratamiento de cáncer. Algunos de estos antígenos se encuentran sobre la mayoría de los tipos de células cancerosas o dentro de ellas. Otros son únicos a tipos específicos de cáncer.

    Además, sustancias conocidas como adyuvantes se añaden con frecuencia a las vacunas para reforzar su habilidad de inducir fuertes respuestas inmunitarias contra el cáncer.

    Las vacunas terapéuticas serán en el futuro las mejores armas contra las enfermedades infecciosas y relacionadas con el sistema inminutario.

    El uso de las vacunas terapéuticas es uno de los puntales de la Inmunoterapia, junto con moduladores que regulan la respuesta inmunitaria que bloquean la actividad de ciertas proteínas que limitan la potencia de las respuestas inmunitarias, o también la terapia de células inmunitarias o transferencia celular adoptiva.

    Conclusiones

    PRIMERA

    Como podemos concluir, el nexo de unión es el sistema inmunológico, que se activa, bien para combatir agentes externos bacterias o virus, o bien para combatir agentes internos, entre los que pueden encontrarse células cancerosas.

    El conocimiento de la activación del sistema inmunitario, que se inició tras el descubrimiento de la vacuna contra la viruela, abrió las puertas al conocimiento más importante en medicina que, enriquecido tras el desarrollo de las ciencias ómicas como la genómica y la proteómica, conformará el futuro más brillante de la medicina. El futuro está en la autocuración de las enfermedades a través de nuestro sistema inmunitario. Este es su valor estratégico que va más allá del cáncer afectando a todas las enfermedades. Y el inicio de todo ello se realizó en parte con el descubrimiento de la primera vacuna.

    SEGUNDA

    La vacunación de la población, tanto en su edad infantil como adulta o madura, es un determinante fundamental para la salud de la población posibilitando su progreso económico y social y por tanto es una herramienta imprescindible en la estrategia de los gobiernos para el desarrollo de un país. Sin embargo esta acción, en los países subdesarrollados debe estar complementada con otros aspectos que fomenten el desarrollo económico y la contención demográfica, de manera que el aumento de su población vaya acompasado con un aumento de la riqueza del país garantizando así su viabilidad y evitando hambrunas o matanzas.

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